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Celeste Andino / Honduras, Nación y Mundo
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lunes, 20 de diciembre de 2010

¿Convivencia o confrontación?

Por los vientos que soplan y las lenguas que hablan hasta más no poder, el diálogo nacional del Presidente Lobo Sosa, sigue atestado de “malas intenciones” y “en nombre del pueblo” aseguran que nada tiene que hacer el Presidente de la República, proponiendo diálogos, porque “de diálogos estamos hasta la coronilla” y  que “no han servido para nada”.
Esa manera de pensar, pesimista e insensible, realmente preocupa sobremanera, y causa, por irreverente, muchísima tristeza y decepción. La gente seria como se supone que es el analista sociopolítico, debe hacer su trabajo apegado a sus criterios profesionales, sin ningún desvío premeditado que lo manche. Lo increíble de todo esto es que viene de connotadas personalidades, políticos todos, quienes se supone, saben que ningún esfuerzo está de más, cuando se hace de buena fe y con buenos propósitos, máxime en momentos tan difíciles para la estabilidad integral de nuestro país.
Las razones que  animan a estos ciudadanos, no las conocemos, no sabemos si responden a intereses particulares con miras al protagonismo presuntuoso, o corresponden a una simple oposición sectaria al gobierno de Lobo Sosa, o bien, a un tipo de ideología política que no admite la posibilidad de un entendimiento civilizado que nos lleve a la verdadera unidad de todos los hondureños.
Nos parece en términos generales, que el Presidente está haciendo lo que más importa a Honduras; por lo menos en esa visión de país por la unidad del pueblo hondureño, excluyendo todo intento de rencores  y animadversiones y procurando que termine de una vez, el enfrentamiento inútil entre hondureños. Sin embargo, pareciera, aunque parezca increíble, que de las actitudes de dos factores visiblemente en pugna, se desprende que no existe el mínimo interés, ni la voluntad necesaria en ellos, para un entendimiento oportuno en nombre de la convivencia entre los hondureños. Las diferencias irracionales entre hermanos, nacidos todos en la misma patria, son, desde todo punto de vista, abominables, y por consiguiente  inaceptables.
El diálogo, cuando es honesto y trasparente, es la forma más expedita para llegar a un acuerdo entre los seres humanos, poseedores por excelencia, de inteligencia y raciocinio. Es la forma correcta para lograr un propósito común, contando eso sí, con las buenas intenciones y el buen juicio de  todos. La razón y la vigencia de un diálogo, en la búsqueda de la unidad nacional, depende de la sinceridad y franqueza conque se dialoga y de la honestidad y el desprendimiento de sus actores; solamente así será viable encontrar la paz y la tranquilidad del pueblo hondureño. Que termine para siempre, el arrebato y la urgencia de acrecentar más y más la confrontación y el odio entre hermanos.
Si en el pasado inmediato se gestaron diálogos que no sirvieron para nada, ahora es la oportunidad para que los hondureños, especialmente esos que han sido y siguen siendo protagonistas de los desmanes que ha sufrido el país en toda su historia reciente, mediten, rectifiquen y tiren a la basura toda esa basura que les impide ser solidarios con el pueblo y con la patria.
Pienso que no hay que desestimar lo que otros hacen o quieren hacer, dentro de los criterios y procedimientos lógicos. Si hay que juzgar esas acciones, juzguémoslas cuando los resultados comiencen a indicarnos que van por buen o por mal camino. Tenemos que ser sinceros con el pueblo pueblo, especialmente con ese que, por falta de oportunidades fundamentales, no logra salir del oscurantismo bestial, y que son susceptibles al engaño permanente e inicuo.
Suponemos, que después de los sucesos de junio del año pasado, hemos entrado a un proceso democrático importante, del cual deberíamos estar contentos y orgullosos. Pero no se trata de estar de acuerdo solamente con lo que a mí particularmente me favorece, debemos estar de acuerdo con lo que les favorece a todos, al pueblo y a la patria. Vivir en verdadera democracia es justamente, vivir todos para el bien de todos.
Pienso que debemos apoyar todo lo que, en principio, parezca que dará buenos resultados; si no lo apoyamos, entonces no hagamos que fracase antes de tiempo. Recordemos lo que alguien ha dicho: “Hasta que hoy no sea mañana, no sabremos los beneficios del presente”.

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