Por Emilio Santamaría S.
Durante la Segunda Guerra
Mundial, el torpedero Trinidad de la Armada Inglesa, escolta un convoy que se
dirige hacia Murmansk, en Rusia. De pronto un destructor enemigo se puso a
tiro, y el capitán dio la orden de lanzar un torpedo.
El proyecto avanzó contra el
blanco a 40 nudos. De pronto, y quizás porque el agua ártica congeló su
mecanismo de dirección, viró en semicírculo y...
¡Embistió directamente al Trinidad! El
torpedo hizo un blanco perfecto en quien lo había disparado, y lo puso fuera de
combate. ¿Insólito? Por supuesto que sí. Aunque la historia está
llena de casos en los que el error se ha producido como consecuencia de un
ataque, no del enemigo, sino de las tropas propias.
Si somos observadores, notaremos
que algo similar ocurre a nivel personal con más frecuencia de la que
imaginamos. ¿No me crees? Déjeme entonces ponerle un ejemplo. Carlos
siente un gran rencor contra su antiguo jefe.
Nunca lo trató bien, se burlaba
de él y de lo que hacía. Daba órdenes usando palabras soeces
constantemente. Y para colmo, lo corrió sin tener en cuenta,
aprovechándose de que había tomado una pequeña cantidad de un cobro, cantidad
que pensaba reponer al cobrar ese día a su cheque de quincena.
Carlos ya consiguió un nuevo
empleo en el que gana bastante más y el ambiente es muchísimo mejor. Se
siente seguro y se cuida de no tocar un centavo de la empresa. Pero cada
noche, cuando pone su cabeza sobre la almohada, en lugar de conciliar el sueño
piensa en ese antiguo jefe, y sus pensamientos se llenan de odio y de rencor.
No se percata de que todos
los "misiles mentales" que lanzan contra el enemigo, que están
haciendo impacto, hijo en sí mismo y en su salud. Dale Carnegie nos
dice que si nuestros enemigos supieran las horas de sueño que nos roban y las
malas digestiones que nos causan, literalmente brincaría de gusto.
Cuando el Señor Jesús dijo que no
podíamos perdonar a nuestros enemigos "setenta veces siete", nos
quedamos quietos cuando conseguimos paz mental y salud.
Odiar tanto a quien consideramos que haya hecho daño, que esos pensamientos acaben convirtiéndonos en nuestra peor enemigo.
Lo Positivo:
Comprender la sabiduría de Dios, que nos pide perdonar por agravar, consiguiendo tranquilidad de espíritu.
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