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Celeste Andino / Honduras, Nación y Mundo
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miércoles, 14 de marzo de 2018

¿Qué hay de sus antepasados?



Por Emilio Santamaría S.


Una dama cuya familia había amasado una fortuna, deseaba prestigio. Para ello contrató un experto en heráldica para rastrear en su árbol genealógico unos doscientos años. La buena señora se veía ya descendiente de una estirpe ilustre que le ganara una notable posición social.

El experto inició sus averiguaciones. Buscando en los archivos de la ciudad, estableció quienes habían sido sus bisabuelos y tatarabuelos. Lo que descubrió lo dejó consternado. Uno de esos bisabuelos había muerto en la silla eléctrica, después de ser condenado en un famoso juicio por rapto, violación y asesinato.

La señora quedó abrumada con la noticia, sobre todo porque había hecho público entre numerosas amistades la búsqueda de sus raíces. El experto, que era un hombre escrupulosamente honrado, de ninguna manera aceptó mentir.

Así que la mujer, asesorada por su abogado, escribió en su historia familiar: “El bisabuelo Jones falleció mientras ocupaba la silla de electricidad aplicada en una de las más renombradas instituciones de la nación”. Como en los países ingleses al sitial que preside una cátedra universitaria se le llama “silla” la situación se disfrazaba aceptablemente.

Por supuesto, conozco también gente cuyos antepasados les han dado motivos para dignamente presumir, pero también a través de los años he conocido mucha gente que volviendo su mirada al pasado se encontraban con ancestros ladrones, estafadores e incluso asesinos; quizá gente sumida en la ignorancia y en la pobreza más absoluta.

O que realizaba trabajos que se consideran hoy denigrantes; o de una raza que absurdamente los afrenta. Creo que todo esto, en el fondo, es cuestión de actitud. Por ejemplo, mi apellido, Santamaría, tiene una corta historia, Mi abuelo paterno jamás conoció a sus padres, vivió entonces en el  hospicio Santa María, de Burgos, España, del cual recibió el apellido, ya que nadie lo adoptó nunca. ¿Nos avergonzamos por ello? Todo lo contrario.

Mi abuelo emigró a México, y formó y cuidó de su familia. Mi padre, yo, mis hermanos y las nuevas generaciones, todos nos sentimos orgullosos de ese apellido.

LO NEGATIVO: Pensar que algo desagradable en nuestros antepasados, debería avergonzarnos el presente.

LO POSITIVO: Saber que lo pasado debe impulsarnos a un mejor futuro, si pensamos positivamente.

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