por Emilio Santamaría S.
En la vieja Grecia, unos 385 años AC, un hombre llamado Calístrato pronunció un encendido discurso. La multitud que lo escuchó se emocionó vivamente y un joven que observó la reacción tomó ahí mismo una decisión que fue trascendental en su vida, ¡él también sería orador!
Pero no contaba con condiciones naturales para ello. Era delicado y enfermizo, tenía escasa voz y además de todo ¡era tartamudo! Plutarco nos cuenta en su “Vidas Paralelas” que este joven quedó tan alicaído en su primer intento, que se retiró desalentado tapándose la cabeza con la clámide.
Pero un actor llamado Sátiro, lo alentó, le dijo que la composición estaba bien, y que podía hacerlo mejor si dominaba la voz, la pronunciación y los ademanes. Decidió librar la batalla. Se encerró en su casa y se afeitó la mitad de la cabeza para obligarse a no salir, aunque quisiera. Y se dedicó a realizar ejercicios para mejorar su voz. Colocó en la boca pequeñas piedrecillas que le ayudaron notablemente a evitar el tartamudeo.
Más tarde corrió por el campo, subiendo empinadas cuestas mientras recitaba trozos de prosa o algunos versos con aliento cansado. Finalmente practicaba sus discursos frente a sus amigos para que estos corrigieran sus ademanes.
¿Dieron resultado todos esos esfuerzos? Juzgue usted mismo, el nombre de este joven pasó a la historia precisamente como el del más grande orador de la antigua Grecia. Su nombre fue Demóstenes. Y su historia se ha venido repitiendo como un ejemplo de tenacidad y esfuerzo.
El no arredrarse frente a los obstáculos, sobre todo el dedicar tiempo a su propósito le encontró un lugar especial en la historia. Estoy de acuerdo totalmente en que la tecnología de hoy nos permite avanzar mucho más rápido que en cualquier otra época anterior.
Sin embargo, hay gente que siente que todo debe ser instantáneo. Sin tener claro lo que desean, quieren llegar al éxito por elevador, y se niegan a subir por la escalera. Lo quieren todo ya, alcanzar conocimientos precipitadamente, desarrollar habilidades súbitamente.
LO NEGATIVO: Al carecer de claridad en nuestros propósitos, confundir la rapidez con los resultados.
LO POSITIVO: Saber con claridad lo que queremos, logrando así la dedicación que nos dé la perseverancia, el tiempo y logros realmente importantes.
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