por Emilio Santamaría S.
Cargar con los pasados, con sus problemas y
con sus glorias suele ser una carga muy pesada. Complica nuestra vida y nos
quita la oportunidad de vivir realmente nuestro presente.
Hay una historia que
lo ejemplifica bien. Ocurrió en un monasterio budista. El viejo guardián había
muerto y se le buscaba sustituto. El Gran Maestro convocó a todos sus
discípulos con el fin de encontrar entre ellos al nuevo centinela.
En pocas
palabras, les explicó “Asumirá el puesto el monje que consiga resolver primero
el problema que voy a presentarles”. Dicho esto procedió a colocar en una
magnífica mesita ubicada en el centro del salón, un raro jarrón de porcelana
adornado con una rosa amarilla de extraordinaria belleza.
Se concretó a
anunciar: “¡Aquí está el problema!”. El grupo quedó intrigado y pensativo.
Absorto, contemplaba la escena: la bella flor sobre el antiguo jarrón que
seguramente tenía un valor incalculable. ¿Qué representaría? ¿Qué se esperaba
que hicieran? ¿Cuál era realmente el enigma a descifrar? ¿Dónde estaba el
problema?
De pronto, de entre ellos se adelantó uno de los discípulos, sacó su
espada, miró al Maestro, a sus compañeros, se dirigió al centro del salón y…
¡ZAZ! con un solo golpe lo destruyó todo, jarrón y flor.
El Maestro exclamó:
¡Tú eres el nuevo Guardián! La idea es que aún si el problema es algo
lindísimo, si es un problema, necesitamos eliminarlo. Pudiera ser una mujer
sensacional, un hombre maravilloso, un gran amor que se acabó.
Por lindo que
haya sido, si no tiene más sentido en nuestra vida, debe ser suprimido. Muchas
personas cargan la vida entera con recuerdos de cosas y de personas que fueron
importantes en el pasado, pero que hoy solamente ocupan en nuestra mente el
espacio que necesitamos para vivir intensa y realmente el presente.
Los
orientales dicen “Para que bebas vino en una copa llena de té, es necesario
primero tirar el té, y entonces habrá espacio para el vino”. ¿Tendremos la
decisión y el valor de aplicar esta sabiduría?
Lo Negativo:
Llenar nuestro corazón y nuestros cajones con esos
recuerdos de cosas y de personas que hoy ya carecen de sentido.
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