Por
Emilio Santamaría S.
2 de Septiembre de 2017
2 de Septiembre de 2017
Fue un 20 de diciembre, faltaban cuatro días para
la nochebuena. Las puertas de la prisión de Menard, Chster, Illinois se
abrieron y un anciano de 84 años salió en libertad condicionada.
Años atrás fue condenado a prisión perpetua por
haber asesinado a su maestra. Su nombre fue Richard Honeck y pasó 64 años en
prisión. En todo ese tiempo solo recibió una carta, de hecho una nota de cuatro
líneas de su hermano.
Y solo recibió dos únicas visitas, un de ellas de
un amigo. La otra de un reportero el año en que quedó en libertad. ¿Triste
historia de una vida entera desaprovechada? Sí, toda una vida condenada a
prisión debe ser terrible. Pero escuche usted sobre algunas otras condenas. En
Irán, dos embaucadores llevados a juicio, fueron encontrados culpables. Y
condenados a siete mil ciento nueve años.
La pena
estaba de acuerdo a la cantidad desfalcada. Sé que usted pensará que estas
últimas condenas son absurdas, incumplibles. Sin embargo hay gente como usted y
como yo, incapaces de matar a nadie, y sin embargo podemos caer en cierta
prisión por atentar contra nosotros mismos.
Me refiero a la gente que se menosprecia
constantemente, que se siente menos que los demás. “El sentimiento de
inferioridad en relación a otra gente, es posiblemente el sentimiento más
difundido en el ser humano” decía el psicólogo vienés Alfred Adler.
Y agregaba
“Y uno de los más destructivos”. ¡Y vaya que tenía razón! ¿Cuánta gente vive en
“prisión de por vida” a causa de ese sentimiento? No lo sabemos, pero basta ver
a nuestro alrededor para comprobar que hay muchos.
Y muchos más los que actualmente viven a medias por
ese mismo motivo. El profesor Dale Carnegie afirmaba que “El mejor servicio que
usted puede hacer a alguien es ayudarle a tener confianza y seguridad en sí
mismo, fe en sus propias habilidades”. Y él se había ganado el derecho a hacer
esta aseveración, porque fundó la organización que más ha contribuido a sacar
gente de la prisión de la timidez, de la falta de autoestima, del negativismo, dándoles
confianza, entusiasmo por la vida, seguridad en sí mismos, ampliando sus
horizontes magníficamente.
Lo
Negativo:
Considerarse prisionero de por vida de la falta de autoestima.
Considerarse prisionero de por vida de la falta de autoestima.
Lo Positivo:
Comprender que sí podemos liberarnos para siempre de esa nefasta prisión.
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