Hace algunos años la instalación de los Cursos Dale Carnegie en San Pedro Sula se encontraba en el Edificio Martínez Valenzuela, al lado derecho de la Catedral, frente al parque central. Desde mi oficina solía ver a un vagabundo, alto, descalzo, con el pelo enmarañado por no haberlo peinado en meses, vestido con un simple pantalón.
La gente se metía gratuitamente con aquel enajenado haciéndole bromas pesadas. Decidí contactarlo y averiguar algo sobre quién era y cómo había llegado a ese estado. Una mañana compré una ración de pollo frito y se la ofrecí. Su mirada pasó sobre mí como si yo fuera totalmente transparente y simplemente siguió caminando.
Alguien me dijo que era hijo de una familia prominente de San Pedro. Yo tuve el poco tino de contactarlos, y ellos lo negaron amable, pero enfáticamente. Un amigo me aseguraba que había oído que se trataba de un nicaragüense que huía rumbo a los Estados Unidos, y que, al ser asaltado, los golpes que recibió provocaron su locura.
Obtuve mil y una versiones sobre el extraño personaje, tantas como gente a quien pregunté. Quizá la más insólita fue la de que se trataba de un marino finlandés que había perdido el barco en Puerto Cortés, y que al no poderse comunicar con nadie se había vuelto loco.
Nuestras instalaciones cambiaron al Boulevard Los Próceres en Rio de Piedras, y dejé de verlo. Nunca sabré quien es y cómo fue que perdió la razón. Pero obtuve una enseñanza de esto. Debo estar muy agradecido con Dios porque a mí me permite pensar con alguna claridad y realizar mi trabajo. A él no. Por una insondable y extraña razón no puede concebir las ideas que le ayudarían a vivir mejor. Pienso que el principio de la prosperidad viene de agradecer lo que ya tenemos. ¿Estamos vivos? ¿Podemos pensar y aprender? ¿Tenemos la oportunidad de mejorarnos?
Charles A. Lindbergh, el héroe que en una avioneta de un motor llamada Espíritu de San Luis, cruzó solitario el Atlántico, años después, cuando naufragó y estuvo quince días perdido en el mar, al ser rescatado declaró que si tenemos suficiente agua para tomar y algo de comida, tenemos bastantes razones para agradecer a Dios.
LO NEGATIVO: Poner un gran énfasis en lo que no tenemos amargándonos por ello.
LO POSITIVO:Contar nuestras bendiciones y agradecer a Dios por ello.
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