Por Emilio Santamaría S.
Una
dama cuya familia había amasado una fortuna, deseaba prestigio. Para ello
contrató un experto en heráldica para rastrear en su árbol genealógico unos
doscientos años. La buena señora se veía ya descendiente de una estirpe ilustre
que le ganara una notable posición social.
El experto inició sus averiguaciones.
Buscando en los archivos de la ciudad, estableció quienes habían sido sus
bisabuelos y tatarabuelos. Lo que descubrió lo dejó consternado. Uno de esos
bisabuelos había muerto en la silla eléctrica, después de ser condenado en un
famoso juicio por rapto, violación y asesinato.
La
señora quedó abrumada con la noticia, sobre todo porque había hecho público
entre numerosas amistades la búsqueda de sus raíces. El experto, que era un
hombre escrupulosamente honrado, de ninguna manera aceptó mentir.
Así que la mujer, asesorada por su
abogado, escribió en su historia familiar: “El bisabuelo Jones falleció
mientras ocupaba la silla de electricidad aplicada en una de las más
renombradas instituciones de la nación”. Como en los países ingleses al sitial
que preside una cátedra universitaria se le llama “silla” la situación se
disfrazaba aceptablemente.
Por
supuesto, conozco también gente cuyos antepasados les han dado motivos para
dignamente presumir, pero también a través de los años he conocido mucha gente
que volviendo su mirada al pasado se encontraban con ancestros ladrones,
estafadores e incluso asesinos; quizá gente sumida en la ignorancia y en la
pobreza más absoluta.
O que realizaba trabajos que se consideran
hoy denigrantes; o de una raza que absurdamente los afrenta. Creo que todo
esto, en el fondo, es cuestión de actitud. Por ejemplo, mi apellido,
Santamaría, tiene una corta historia, Mi abuelo paterno jamás conoció a sus
padres, vivió entonces en el hospicio Santa María, de Burgos, España, del
cual recibió el apellido, ya que nadie lo adoptó nunca. ¿Nos avergonzamos por
ello? Todo lo contrario.
Mi abuelo emigró a México, y formó y
cuidó de su familia. Mi padre, yo, mis hermanos y las nuevas generaciones,
todos nos sentimos orgullosos de ese apellido.
LO NEGATIVO: Pensar que algo desagradable en nuestros antepasados, debería
avergonzarnos el presente.
LO POSITIVO: Saber que lo pasado debe impulsarnos a un mejor futuro, si
pensamos positivamente.
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