Por Emilio Santamaría S.
Si
revisamos el pasado de nuestras familias, casi seguro que llegamos a esa
generación en que se ganaban la vida sembrando la tierra.
¿Qué ocurrió cuando nuestros
antepasados emigraron a la ciudad? Se fueron olvidando de ciertas leyes
naturales. Por ejemplo, ellos sabían que debían ser pacientes. A nadie se le
ocurría pararse frente a la semilla recién sembrada y apresurarla gritándole
¡Crece, por Dios, crece!
Los agricultores han sabido desde siempre lo
necesaria que es la paciencia, que es la ciencia de la paz. ¿Quiere un
ejemplo extremo? Veamos el cultivo del bambú japonés. Se siembra la semilla, se
abona y se riega adecuadamente. Durante los primeros siete años no parece
ocurrir nada.
Cualquier inexperto pensaría que la semilla
utilizada, no era fértil. Pero no es así. A los siete años, en solo seis
semanas, la planta crece y crece, más allá de los 30 metros.
La pregunta es, ¿tardó sólo seis semanas en
crecer? Los expertos nos dicen que no, que tardó siete años y seis semanas en
desarrollar esa estupenda altura. Y afirman que, en los primeros siete años de
aparente inactividad, este bambú estuvo generando un complejo sistema de raíces
que le permitirá sostener bien, ese formidable y rápido crecimiento.
El escritor Og Mandino solía decir que mucha
gente hoy en día es tan impaciente que quiere un éxito instantáneo. Quieren
subir por el ascensor desechando las escaleras. Contrario al bambú japonés, no
dedican suficiente tiempo al desarrollo interno, quieren solamente crecer
rápido. Desean levantar altura en la vida, pero no hay raíces que los
sustenten. Olvidan esos impacientes que el éxito es el resultado de una
preparación perseverante y sostenida.
Hay
momentos cuando estamos a punto de claudicar porque no vemos a mano el éxito
anhelado. Es ahí donde deberíamos recordar el ciclo de maduración del bambú
japonés, así comprenderemos que el tiempo en que nos estamos preparando, está
bien empleado porque estamos creciendo interiormente. Así el crecimiento
exterior vendrá y alcanzará alturas insospechadas.
LO NEGATIVO: Sucumbir a la falsa pretensión de ese éxito instantáneo, que suele
derrumbarse rápidamente.
LO POSITIVO: Comprender que hay sabiduría en dedicar tiempo al crecimiento
interior como preámbulo para alcanzar un pleno desarrollo.
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